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Lionna-li's avatar
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La historia que voy a narrar trata sobre dos jóvenes enamorados.

No es la típica historia de un chico que conoce a una chica, se enamoran y se casan.

Tampoco es el típico cuento de hadas en el cuál el príncipe debe rescatar a su princesa de las garras de una malvada bruja.

Ni mucho menos es una historia normal. Es una historia diferente, única y, a la vez, conocida.

Supongo que la mayoría de las personas conocen el cuento de Peter Pan, el niño que no quería crecer, bien, pues en esta historia ese niño influye mucho ¿quieren saber lo que pasó? Bien, dejémonos de rollos y comencemos la historia…

 

Hace cincuenta años, una noche de invierno en Londres, una joven de dieciocho años paseaba sin ninguna preocupación más que sus clases de física y química, en las cuales se estaba jugando el curso. Iba mal, muy mal.

Tan despistada iba, que no se dio cuenta de que alguien la estaba siguiendo. Llegó a un parque y se sentó en uno de los bancos.

-Hoy hace demasiado frío, debería haberme traído los guantes y la bufanda… -Se quejó la joven rubia de ojos celestes. –Aunque por mucho frío que haga, estas vistas merecen la pena…

Susurró. El cielo estaba totalmente despejado y se podían observar todas las estrellas, eran realmente hermosas.

-Vaya, ¿qué hace una joven hermosa como tú tan sola en un sitio como este? –Preguntó el joven que la había estado siguiendo sentándose a su lado.

Ella le contestó sin apartar la vista de las estrellas:

-De pequeña venía aquí con mis padres a observar las estrellas.

El joven pelinegro le preguntó divertido:

-¿todos los días?

-¿Qué? ¡No! –La joven se rió ante la absurda idea de ir todas las noches a observarlas, sobre todo teniendo en cuenta que a veces estaba nublado –Solo cuando el cielo estaba totalmente despejado.

-¿Por alguna razón en especial?

-Sí, mi madre decía que cada estrella era un hada que velaba por nuestra seguridad, aunque mi hermana siempre decía que aquello que brilla en el cielo no eran hadas, ni estrellas, eran los ojos de nuestros antepasados que nos observaban desde el cielo.

Después de unos minutos de silencio el joven le dijo:

-Vaya, que familia más interesante y tú… ¿Qué parte defendías? ¿O tú tenías una teoría propia? –Comentó divertido y curioso a la vez.

La joven sonrió y, sin apartar la vista de cielo que poco a poco se iba cubriendo por una nube de tormenta, le contestó:

-Cuando discutían, yo no me metía, ya que defendía la historia de mi madre, y si lo decía mi hermana se enfada conmigo y me llamaba traidora.

-Vaya… ¡Así que eras una traidora disfrazada!

La chica se rió y le dijo:

-Más o menos.

-Y dime ¿sueles contarle esta historia a todo el mundo?

-No.

-¿No? ¿Y por qué a mí me la has contado?

-No sé, será que aún no lo he superado y estoy sentimental… -Esto último lo dijo en un susurro, pero el joven lo escuchó y le preguntó:

-¿Superar el qué?

-La muerte de mis padres, hace tres años que sucedió.

Y, como si la nube estuviese esperando a ese momento o a esas palabras, empezó a llover. La rubia simplemente cerró los ojos y suspiró al sentir como su cara poco a poco se iba mojando.

-Ven, si te quedas aquí te resfriarás.

Por primera vez en toda la charla que habían tenido, la joven, lo miró. Era todo un adonis, pelinegro, iba con una sudadera roja, unos jeans y unas converse rojas; pero, sin duda, sus ojos eran lo que más le llamaba la atención eran sus ojos, una mezcla entre rojo y negro. Pero ella no se dejó influenciar por su fachada y le dijo:

-No te conozco ¿Crees que soy tan ingenua como para ir a cualquier sitio contigo?

Él joven bufó y, poniéndose sobre la cabeza la sudadera que llevaba, le dijo:

-Me llamo Marshall, y simplemente te iba a invitar a tomar algo en aquel Starbucks de allí. –Contestó señalando un establecimiento cercano.

-Soy Fiona y… -De pronto estornudó y, sintiendo mucho frío, le contestó –aceptaría con gusto una taza de chocolate caliente.

El joven sonrió y, juntos, se dirigieron a aquel Starbucks. Fiona pidió un chocolate y Marshall café.

-Bien Marshall, sabes más de mí que yo de ti, así que quiero que me hables de ti.

-Está bien muñeca, prepárate para quedarte fascinada…

Ante ese comentario Fiona simplemente rodó los ojos y se rió. Pasaron las próximas dos horas hablando, conociéndose, y aunque alguna que otra vez Fiona le pegó una patada por algún comentario, se lo pasaron genial, hasta que…

-¡Ups! Son las doce, bueno rubia, me tengo que ir.

-¿Ahora eres cenicienta? –Preguntó divertida Fiona.

-Ceniciento, en tal caso… Pero no, es que quedé con un amigo, nos vemos pronto.

Y, sin que Fiona se diera cuenta, le metió un papel en el bolsillo de la chaqueta y se marchó.

-Que chico más extraño… Bueno, yo también me tengo que ir ¡Suerte que hoy es viernes!

Y, despidiéndose de la camarera, se marchó y regresó a su casa; en el camino, como hacía frío, metió sus manos en los bolsillos de la chaqueta, al notar algo rugoso, lo cogió y lo miró. Se rió y siguió caminando.

Ahora ya tenía el número de aquel chico llamado Marshall.

 

Creo que no hace falta que aclare que al día siguiente Fiona llamó a Marshall para quedar juntos ese mismo día y, dudo que haga falta explicar que, Marshall accedió encantado. Quedaron, a petición del chico, en el banco donde se habían conocido a la misma ahora.

 

-¿Sabes? No dudaba que me llamarías. –Comentó Marshall con una sonrisa burlona.

-¿A sí? ¿Y por qué? –Fiona levantó una ceja y lo miró expectante.

-Porque soy irresistible.

Fiona le pego en la nuca y se rió.

-Idiota.

-Irresistible.

-Idiota.

-Irresistible.

- I-D-I-O-T-A –Deletreó letra por letra Fiona.

-Un idiota irresistible. –Remató Marshall haciendo que los dos se riesen.

-Y bien, ¿qué vamos a hacer? –Preguntó Fiona después de tranquilizarse.

-¡Ah! ¡Es una sorpresa! Sígueme.

-Marshall, te conozco de menos de 24 horas… ¿crees que iré a donde tú me digas sin saber a dónde vamos? –Preguntó Irónica Fiona.

-Aguafiestas… ¿sabes el algo que en medio del parque? Pues alquilé una barquita.

-¿Enserio? ¡Guay! ¡Siempre quise cruzar el lago en una barquita!

Marshall se rió y se dirigieron al lago. Fiona no se podía creer que, a las nueve y media de la noche, Marshall hubiera conseguido una barca para cruzar el lago, normalmente los puestos los cerraban a las ocho y cuarto.

Estuvieron en la barca hasta las once y cuarto, después, amarraron las barca y dieron un paseo por el parque. En esa noche hubo de todo, risas, enfados, peleas e, incluso, algún que otro roce.

-Bueno, ahora de despedirnos. –Dijo Marshall consultando la hora en su móvil.

-¿Qué? ¿Otra vez te vas a las doce? Empiezo a pensar que eres cenicienta reencarnada en un tío. –Comentó divertida.

Él solo sonrió y, con un gesto, se despidió.

-Sí que es extraño.

Dijo para sí misma Fiona llamando a un taxi para que la llevase a su casa. Estaba muy cansada y mañana le esperaba un día muy duro, despertarse pronto, desayunar, estudiar, comer, estudiar, merendar, estudiar, cenar, último repaso y a dormir pronto.

No es que ella fuese una empollona, pero tenía que ponerse las pilas sino quería suspender física y química.

 

A las nueve de la mañana Fiona estaba despierta, desayunó y se pasó estudiando toda la mañana, comió, descansó un rato e intentó volver a estudiar, pero nada más abrir su libro de física y química su móvil empezó a sonar. Extrañada, se levantó y cogió el teléfono.

-¿Sí?

-Rubia, soy yo.

-Uf, ¿Me vas a llamar siempre así? ¡Tengo nombre! –Se quejó divertida.

-Posiblemente sí. –Fiona podía sentir como sonreía arrogantemente por lo que bufó. –Pero no te he llamado para discutir sino para preguntarte si quedamos.

-Oh, Marshall me encantaría pero…

-No, tranquila, si has quedado con alguien lo entiendo, simplemente era una idea, ya sabes, de nueve y media a doce, pero si ya hiciste planes no pasa nada, solo, bueno, siento molestar… es decir, no lo siento, pero ya sabes, es una forma de hablar, ¿Qué curioso no? Decir una cosa simplemente por educación cuando no…

Fiona, que no podía aguantar más la risa al escuchar a su nuevo amigo divagar le dijo:

-Marshall, con quien quedé es con “física” y “química” y mañana con “instituto”, así que hoy debo dormir pronto, no quiero llegar tarde a mi “cita”.

Fiona escuchó un bufido y, a continuación, Marshall le dijo:

-Como quieras, espero que ellos también hayan conseguido dos pases vips para ver el espectáculo de magia que hay hoy en el auditorio.

-¡¿Qué?! ¡¿Conseguiste esas entradas?!

-Sip, y venga, déjate de hacerte la remolona, si total sabes que a partir de este momento no vas a dar estudiado nada. Además yo soy más sexy que “física” y “química” y más divertido que “instituto”, así que a las diez menos cuarto me paso a buscarte.

Fiona dudó, por una parte Marshall tenía razón; no iba a dar estudiado nada más, no después de haber recibido la noticia que aquel chico tenía las entradas. Pero por otra sentía que, si iba, estaría haciendo algo mal… pero la imagen del chico apareció en su mente y, con una sonrisa, le contestó:

-Está bien, hasta las diez menos cuarto.

-Hasta entonces my lady.

Y colgó, dejando a una levemente sonrojada Fiona sin palabras.

 

A las diez menos cuarto Marshall se presentó en su casa, puntual. ¿Cómo había conseguido su dirección? Fiona no tenía ni idea, aquella era una incógnita que de momento no preguntaría, tampoco le importaba mucho.

Pasaron una velada increíble, Fiona salió un par de veces al escenario, cenaron una pizza después de la actuación y Marshall llevó a Fiona a su casa, a las doce en punto había llegado.

-¿Cómo haces para irte siempre a las doce?

-Magia. –Comentó Marshall a la vez que aceleraba su moto y se alejaba de la casa de la joven.

-Extraño, realmente extraño…

Fiona negó con la cabeza y entró en su casa, se cambió y se metió en la cama. Había sido un fin de semana muy extraño, divertido, pero sobretodo extraño, como aquel joven.

 

Al día siguiente Fiona se despertó tarde, como siempre, desayunó una tostada rápidamente, como siempre, se vistió en un abrir y cerrar de ojos colocándose mal la corbata y las medias, como siempre, y salió corriendo de su casa, como siempre.

Pero había algo diferente en la joven, una sonrisa diferente, al despertarse se había dado cuenta de que el fin de semana con Marshall había sido real, no un sueño.

Después de una dura mañana en el instituto, Fiona, regresó a su casa, comió y empezó a estudiar lo que no había estudiado el domingo más las cosas de ese día.

A las ocho el móvil de la joven se iluminó, tenía una llamada entrante.

-Hola.

-Hey rubia ¿Qué tal? ¿Tienes tiempo para mí?

Fiona, entendiendo a lo que se refería, le contestó:

-Cansada, y no, no tengo tiempo, tengo que estudiar.

-¿Estudiar? Eso no sirve para nada.

-Ya bueno, pero tengo que hacerlo.

Marshall bufó y le contestó:

-Está bien, como quieras ¿Cuándo podemos quedar?

Fiona sonrió, aquel chico era extraño, pero de una forma curiosamente rara le atraía.

 

Pasaron dos semanas, Marshall la llamaba todos los días, con la intención de quedar con ella y Fiona solo accedía los viernes y fines de semana. Durante la semana, la joven, se pasaba todo el día estudiando; entre física y química, que no daba subido ese 4 de media, y todas las demás asignaturas, la joven se estaba volviendo loca.

 

-¡Joder! ¡No lo entiendo! –Chilló desesperada Fiona, era viernes por la tarde, Marshall le había preguntado si quería quedar pero esta se había negado; la semana siguiente tenía ocho exámenes y, entre ellos, el de física y química.

Fiona se levantó y bajó las escaleras, se acercó a la cocina y cogió un trozo de chocolate.

-Para qué diría que no a Marshall, por mucho que estudie no se me que una mierda. –Comentó frustrada.

Subió las escaleras y se dirigió a la habitación, al abrir la puerta se pegó un buen susto.

-¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Cómo has entrado?!

Marshall la miró divertido.

-La ventana, estaba abierta. –Le contestó como si fuera lo más obvio del mundo.

Fiona se acercó a la ventana, asomó su cabeza y, volviendo a entrar y cerrando la ventana le preguntó:

-¿Me estás diciendo que has subido ocho pisos por la escalera de incendio, a pesar del frío, de que las escaleras están empapadas y te podías haber caído?

-Digamos que algo así.

-Estás loco. –Dijo ella negando con la cabeza.

-Bueno, tú tienes la ventana abierta cuando hace frío.

-Bueno… pero porque el aire me tranquiliza y además la acabo de abrir… ¡No me cambies de tema! Marshall, ya te dije que no puedo quedar, y eso implica que no puedes venir a mi casa.

-Pero eso me lo dijiste a las cinco.

-Sí ¿y?

-Pues que tienes que desconectar no puedes estar… Cinco horas estudiando.

Fiona sonrió irónica y dijo:

-No llevo cinco horas estudiando, llevo siete.

-¿Qué? -Marshall empezó a contar las horas que pasaron desde las cinco hasta las diez. – no, estoy seguro de que pasaron cinco horas.

-Marshall, levo desde las tres estudiando.

-Razón de más para salir.

Fiona, resignada, suspiró y le dijo:

-¿No me dejarás tranquila hasta que salga, verdad?

-Exacto, pero antes de salir deberías ponerte algo un poco menos… provocativo. –Dijo observándola descaradamente, haciendo que Fiona se sintiera incómoda.

-¿Qué…?

Fiona se observó en un espejo que estaba a su lado, tenía puesta una camiseta de manga larga, pero que dejaba a la vista sus hombros y tenía un poco de escote, unos shorts de pijama cortos, muy cortos y unos calcetines altos que llevaba hasta la rodillas; y es que afuera hacía frío, y mucho, pero dentro de su casa hacia 39º.

-¡Y tú no deberías entrar en casas sin el permiso de sus dueños!

-Si las dueñas me reciben vestidas así…creo que empezaré a hacer más visitas sorpresas.

Fiona lo miró mal, aunque no estaba segura de si lo miraba así por haber entrado o… por su comentario.

-Bueno, baja al salón para que pueda cambiarme, por favor.

-Nah, aquí estoy bien, cámbiate, no tengo ningún problema. –Contestó el joven mientras se tiraba en la cama.

Fiona maldijo por lo bajo, congió un conjunto y se dirigió al baño, puso el cerrojo, se cambió y salió.

-Me gustaba más el otro conjunto… pero este tampoco está mal.

-Me alegro que te haya gustado, porque es fue y será la última vez que me veas así vestida.

Fiona llevaba un camisón azulón y unos pantalones negros, en sus pies unos bonitos tacones azulones, igual que el camisón.

-Ajá, eso dices ahora… -Susurró Marshall-

-¿Qué? –Preguntó Fiona mientras le lanzaba una mirada asesina.

-Nada, nada, vamos. –Contestó Marshall a la vez que le abría la puerta.

Fiona cruzó la puerta, bajó las escaleras y se puso una chaqueta negra con lana teñida, de negro obviamente, muy calentita.

-Pues si ya estás, nos vamos.

-¿A dónde vamos?

-Vamos a ver… ¿Qué os encanta a las tías?

Fiona pensó la respuesta.

-mmm ¿Qué no entren en casa pervertidos? –Preguntó inocente.

-Ja Ja Ja, muy graciosa, pero no, no es eso, y antes de que me insultes más, te lo diré: ir de compras.

-Pero eso a mí no me…

-Sí, lo sé, no te gusta, por eso, lo que vamos a hacer es…

-¿Es…?

-Es…

-Marshall, dímelo de una vez.

-Está bien, está bien; vamos a ir al Pink Elephant.

-¿Qué? Ah, no, no, no, no, no.

-¿Qué? ¿Por qué no? ¡Hoy celebran su aniversario por todo lo alto!

-Me da igual Marshall, he dicho que no voy y no iré.

Marshall bufó y le preguntó:

-¿Por qué no?

-¿Por qué si?

-¿Por qué es una gran fiesta?

-¿Por qué no festejarla en casa?

Marshall sonrió pervertida mente ante su pregunta.

-¿Por qué esa mira…? ¡Marshall! ¡Celebrándola con una peli o algo! ¡No haciendo esas cosas!

Marshall se rió y le dijo:

-Escucha muñeca, han traído a tu cantante favorita para que cante allí, por dije lo de ir a esa discoteca, no porque sea una de las mejores ni nada por el estilo.

A Fiona se le iluminaron los ojos al escuchar eso.

-¿Mi cantante favorita? ¡Pues a qué esperamos! ¡Come on!

Marshall se rió y salieron de la casa de la joven. Cuando ya se veía la discoteca Fiona se paró en seco y, extrañada, le preguntó:

-¿Quién es mi cantante favorita?

Marshall le respondió con normalidad:

-Adele.

-¿Cómo lo sabías?

-¿Qué?

-Yo no te dije que esa era mi cantante favorita… nunca hemos hablado de música.

Marshall, al darse cuenta de su error, le dijo:

-Eh… en la barca… me lo dijiste.

Fiona levantó una ceja y le dijo:

-No, hablamos de todo un poco, menos de la música.

Marshall se tensó, observó su reloj y le dijo:

-¡Uy! ¡Qué tarde! ¡Cómo no nos demos prisa Adele se marchará!

-Marshall, yo no me muevo hasta que me digas cómo sabes eso.

-¿Enserio? ¿Tanta historia por una cantante?

-No, es porque así como sabes eso de mí, como sabes mi dirección, puedes saber más cosas.

Marshall la observó, no sabía qué decir.

-¿Y bien? Estoy esperando Marshall.

-Te lo contaré, todo, pero no hoy.

-¿Qué? ¿Por qué?

-El por qué da igual, ¿aceptas o no?

-¿Aceptar? ¿El qué?

-Hoy no hablamos más de eso, disfrutamos del concierto y, cuando YO quiera, quedamos y te lo explico TODO. –Contestó Marshall remarcando el “yo” y “todo”.

-No. –Le contestó firme Fiona.

-Bien, como quieras.

Marshall se alejó de donde estaba Fiona, a punto de entrar se encontró con una pelirroja muy poco cubierta para el fío que hacía y, usando sus encantos, consiguió que la joven entrara en la discoteca con él. Fiona, al ver eso, se alejó de allí.

-Estúpido Marshall, ¿quién se cree? ¿Mario Casas?

Fiona dedicó todo su percorrido a insultar al pelinegro. Llegó a su bloque, subió al ascensor, metió las llaves y entró en su dúplex. Dejó la chaqueta en el perchero del recibidor y subió las escaleras en dirección a su habitación. De pronto su móvil empezó a vibrar, era una amiga del instituto.

-¿Qué quieres PB? Estoy ocupada.

-Osea tía, tienes que ir a la queli de PG, ha organizado un súper mega híper fiestón, hay muchos chicos buenooorros.

-No pienso ir, ya te dije que estoy ocupada.

-Pero baby, están todos invitados, menos los frikis claro.

-Razón de más para no ir, no insistas PB, no voy a ir.

-Pero osea tía ¿Cómo desperdicias una oportunidad como esta?

-PB, no quiero hablar más, quiero descansar ¿ok?

-Baby, te arrepentirás, ¡Ahhhhh!

-¡PB! ¡¿Qué pasó?! ¡¿Estás bien?!

-¿Bromeas baby? ¡Estoy mejor que nunca! ¡PG se ha quitado la camiseta! ¡Oh my glob!

-Ah, era eso.

-¡¿Qué?! ¡¿Cómo que “Ah, era eso”?! ¡Osea, baby! ¡PG! ¡Patrick! ¡Patrick Gumball! ¡El que hace dos años que se graduó!

-Sí, sí; por el que estábamos tooodas loquitas. –Fiona suspiró al recordar esos años, Patrick había sido su amor platónico desde que lo cocinó, sí, cocinó; resulta que los alumnos y alumnas de su curso y del de PG habían ido a una actividad extraescolar de clases de cocina y, sin querer, le había frito la mano al no fijarse bien y quedarse mirándole embobada; y eso fue en 1º de ESO.

-Si niña, lo tienes que ver, ¡está mucho mejor que hace dos años! ¡Le diré que se ponga! ¡PG! ¡PG!

-¿qué? Ah no, no, no y no. PB no me pases con Patrick.

-¡Paaatrick!

-PB, joder, que no me lo pases.

-¡Paaaaaatrick!

-¡Joder! ¡Cómo me lo pases cuelgo!

-¡Paaaaaaaaaatrick!

-¡Que no me lo pases, ostia!

-Em…. ¿hola?

Fiona suspiró y, con resignación, saludó.

-Hola Patrick.

-…

-Si no quieres hablar, lo entiendo, no sé ni siquiera para que te pasó conmigo PB, en fin, cuídate, bye

-No, Fiona, espe…

Fiona colgó antes de que Patrick dijera nada más. Suspiró y se tiró en la cama, con la ropa puesta y el móvil a su lado, cerró los ojos y estaba a punto de quedarse dormida, pero de pronto, una voz, le dijo:

-Vaya, vaya, vaya, menudos humos, ¿quién es PB? Porque le estaba chillando que parecía que se iba a quedar sordo o sorda ¿Y quién es Patrick? Se notaba la tensión que había entre ustedes…

Bueno, bueno, bueno, por fin consigo subier algo ñ.ñ
Sé que dije que iba a subir un maratón, pero no sabía por donde cortar esta historia xdxd.
Disculpad si hay alguna falta de otrografia u.u
Me gustaía saber si os interesaría que siguiera o no

Aviso: no voy a poder subir nada esta semana ni fin de semana (en prinicpio, intentaré subir algo, pero no prometo nada u.u)

Gracias por todo amores (estoy intentado crear la continuación de: el dolor que me dejaste pero de momento, no tengo nada.)

Un abrazo psicológico Huggle! 

Capítulo siguiente: Like Peter Pan (2)
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LaraLaHumana's avatar
Siguelooooooo te lo ruegooooo :'( 
PD:suerte con los examenes, eres genial escribiendo historias ;)